La última salida me dejó un poco tocado por lo que decidí tomarme un día de descanso y recuperar en lo posible. Mano de santo, porque enseguida me dí cuenta de que volvía a tener ganas de bici y hoy me preparaba para cumplir el gran deseo que tenía de subir hasta Boucharo. Y me lo tomé sin prisa, planifiqué el recorrido y aunque salían bastantes kilómetros, me lo tomé con calma y me dispuese a empezar.
Ya de primeras comprobé que hoy no iba a tener el calor de días atrás, incluso llegué a pensar que podría hasta llover, aunque no parecia ir por ahí la cosa.
Recorro una carretera ya bastante conocida camino de Luz Saint Sauver y siempre pienso lo mismo, que este tramo no cuenta como subida, pero se hace durillo.
Tomo el cruce a la derecha para abandonar Luz y coger el camino que me llevará hasta el final, todo recto. Pronto veo que de llover nada de nada, incluso barrunto que saldrá el sol.
El camino se hace fácil, aunque siempre es picando para arriba. Paso Gedré y llego al cruce donde se divide la carretera. Esta vez voy a empezar por la derecha, hacia lo desconocido.
Paso Gavarnie admirando las murallas de su famoso Circo y me preparo para afrontar la parte más dura de la subida que comienza nada más dejar este bonito pueblo.
Se va ganando altura y perspectiva sobre el paisaje que, como siempre, es indescriptible. Las montañas son espectaculares.
El tráfico es inexistente por lo que la calma es total, así se disfruta plenamente del recorrido que cada vez se vuelve más espectacular.
La dificultad del recorrido no decrece y aunque no es agobiante, no deja de ser un terreno duro.
Atravieso la zona de la estación de esquí de Les Especières donde hay una breve zona de descanso que viene muy bien, porque enseguida la carretera vuelve a ponerse dura. Ya comienzo a notar el cansancio en las piernas, pero la ilusión puede más.
El Pic de Tentes (que da nombre al Col) aparece a la vista.
Pero lo que realmente impone es la grandiosa mole del Pico Taillon y la belleza de la Brecha de Roland.
El terreno ya es de un salvajismo absoluto. Es la alta montaña en estado puro, una locura.
Llego al final de la carretera, donde hay un pequeño parking y varias rocas que impiden el paso de los vehículos a motor. Pero como me sé la jugada, yo sigo adelante. A pesar de varias dificultades consiguo llegar a Boucharo, a escasos metros de España. ¡Impresionante!
Tres unos breves momentos disfrutando del lugar, me decido a iniciar la bajada. Queda un largo camino hasta llegar al cruce para tomar dirección a Troumouse.
Hago una paradita en Gavarnie para avituallarme de agua y comer algo; pero pronto vuelvo a los pedales.
Bajo muy rápido hasta el desvío que lleva a Troumouse. Desde aquí hay tramos de subida que se agarran seriamente.
Pero poco a poco se van superando las dificultades y llego al descanso que me lleva al pueblo de Héas y un poco más adelante alcanzo la famosa caseta de peaje para los automóviles. ¡Paso libre a los ciclistas!
A partir de aquí quedan 7 kms. absolutamente espectaculares. Mires donde mires te quedas con la boca abierta. Para un ciclista es el paraiso, curvas y más curvas que te acercan al cielo. Montañas, praderas y agua inundan los sentidos.
Hay que aprovechar el paso por la zona del albergue de Le Maillet para un último descanso porque lo que nos queda por superar es tremendo. Los tres últimos kilómetros remontan una enorme cascada y son de una gran dureza. Se gana altura rápidamente y la visión de lo que vamos dejando abajo es espectacular.
Pero todo el esfuerzo que hemos hecho vale la pena por contemplar una de las visiones más brutales que se pueden ver en los Pirineos: el Circo de Troumouse. Paredes verticales de 1.000 mts de altura constituyen un semicírculo que alcanza los 4 kms de diámetro y forman el mayor circo glacial de los Pirineos. ¡El espectáculo es inolvidable!
Ya sólo me queda bajar hasta el campamento con la satisfacción de haber hecho una ruta espectacular.
A.