jueves, 4 de abril de 2013

Ciclismo de Leyenda - II


 

El Infierno del Norte
 
 El próximo domingo viviremos la 111ª edición de la más dura de las carreras de un día: la Paris-Roubaix, "El Infierno del Norte". Uno de los 5 monumentos del ciclismo.
 
 
 
 
La nómina de ganadores es espectacular y hasta el gran campeón francés Bernard Hinault, que la consideraba "una carrera de mierda", hizo todo lo posible para sumarla a su palmarés. Y lo consiguió en 1981 de una manera absolutamente brillante, vistiendo el maillot de Campeón del Mundo y batiendo a una pléyade de estrellas.
 
 
                                    
 
De nuevo volveremos a oir nombres que son historia en el ciclismo, tramos de pavés denominados "5 estrellas":
 
Carrefour de l'Arbre.
 
 
 
 
Mons en Pévèle.
 
 
 
 
El fabuloso Bosque de Arenberg.
 
 

¡Excepcional!

No es nada extraño que haya verdaderos enamorados de esta carrera como el propio Flecha, Duclos-Lasalle, Museeuw, De Vlaeminck...
 
Pero hoy quiero recordar a uno que ya no está con nosotros, uno que falleció hace ya más de dos años y que se marchó en una preciosa comunión con esta carrera y con sus gentes.
 
Copio un texto publicado en El Mundo (8-Febrero-2010) y firmado por Jon Rivas. Me ha parecido muy bonito y, con unas cuantas fotos, quiero que sirva como homenaje para este gran ciclista.


Las duchas del velódromo de Roubaix son especiales para los ciclistas. Paredes de granito, estrechas, de aspecto anacrónico. Nada que ver con las de las habitaciones de los hoteles, o las de los lujosos autobuses de los equipos. Pero todos los corredores quieren ducharse allí después de la carrera más dura de la temporada.
 
 
 


En cada cubículo, además, hay una plaquita metálica con el nombre de los ganadores de la París-Roubaix. En una de ellas se puede leer: Franco Ballerini, 1995, 1998. El ex corredor italiano, seleccionador de ciclismo en su país, logró en esa fecha el gran sueño que perseguía desde una década antes, cuando llegó y se enamoró de la carrera. Ballerini murió ayer, mientras ejercía de copiloto en un rally.


Cuando se retiró, lo hizo, por supuesto, en su carrera. Al llegar a la meta, lejos de los primeros, entre la atronadora ovación de los aficionados que reciben a los ciclistas en el velódromo, se levantó el maillot lleno de barro y enseñó la camiseta blanca con una inscripción. "Merçi Roubaix".
 

Fue hace nueve años, en la primavera de 2001, 22 años después de su primera participación, en la que consiguió llegar a la meta, que ya es mucho. Ballerini alargó unos meses más su carrera para poder retirarse donde quería, antes de darse la última ducha en el cubículo con su nombre.

Desde esa primavera de 1989, el ciclista italiano se enganchó para siempre al Infierno del Norte. Dos años después acabó quinto. Ganó Gilbert Duclos-Lasalle. En 1993 luchó a muerte hasta la línea de llegada con el veterano ciclista francés que le arrebató la victoria al sprint.
 


Juró que no volvería más, aunque ya sabía que nunca cumpliría su promesa. Fue tercero en 1994, después de varios pinchazos, el año que ganó André Tchmil, pero en 1995, por fin, obtuvo el premio que ansiaba. Se presentó solo en el velódromo. Pudo saborear con tranquilidad la victoria. La primera placa en las duchas, el primer adoquín en las vitrinas.
 

Tres años después, el segundo. Esta vez su victoria fue por aplastamiento. Con más de cuatro minutos de ventaja sobre el segundo. Vestía los colores del insuperable Mapei de las clásicas. Las dos veces que consiguió el triunfo.
 



Luego transitó con el Lampre, aunque con escaso éxito. Al final, cuando las fuerzas ya no le acompañaban, regresó al Mapei, en el que se retiró, soñando siempre con la trinchera de Arenberg,
con el Carrefour de l'Arbre o el Mons-en-Pévèle, escenario de batallas en la Edad Media, de otras, sobre la bicicleta, desde finales del siglo XIX.
 

Ayer, Ballerini se sentó en el asiento de copiloto del Renault Clio Sport de Alessandro Ciardi, en el rally de Lanciano. El piloto perdió el control en una curva que el vehículo tomó a más de 100 kilómetros por hora y se estrelló contra una casa. Durante unos 45 minutos los servicios médicos trabajaron para reanimarle en el lugar, y posteriormente fue llevado al Hospital de Pistoia, adonde llegó clínicamente muerto.

Franco Ballerini, ciclista, nació en Florencia el 11 de diciembre de 1964 y murió en Pistoia (Toscana, Italia) el 7 de febrero de 2010. Roubaix siempre te amará.
 

Descansa en paz. ¡Campeón!

(Jon Rivas. Diario El Mundo, 8 de febrero 2010)
 
 
A.
 
 

 
 


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